En un concierto de la Fania en homenaje a Johnny Pacheco, el cantautor Cheo Feliciano, interpretando su emblemático tema ‘El Ratón’, hace mención de que la salsa, como expresión artística, necesita de varios ingredientes. Acto seguido comienza a nombrar al conjunto de metales, a los percusionistas, bajo, piano, guitarra, coristas, a él mismo como cantante y, el ingrediente más importante, el público, ese que disfruta y baila. Esa armonía cuasi perfecta que percibimos al escuchar una canción no es fortuita, no fue producto de un accidente, es consecuencia de muchas acciones coordinadas, en primer lugar de una composición que la origina, así como de alguien con el talento para colocar todos los ingredientes en el mismo lugar; se necesita de talento, disciplina, planificación y de muchos ensayos. La salsa, señor sindicalista, es una producción, no de acero, sino de música, pero no deja de ser producción. Ahora veamos el actual caso de Sidor.

No es propósito de este artículo detallar la larga historia de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor), si conviene mencionar que el deterioro ha sido inminente desde su reestatización en 2008, hasta un punto donde la empresa ha quedado totalmente inoperativa, su producción es igual a cero. Hace poco, señores sindicalistas se concentraron en las instalaciones de la empresa para exigir la reactivación de la planta, y no solo eso, la exigencia incluye una Sidor más productiva, con insumos y herramientas que garanticen el incremento de sus capacidades.

Al parecer la situación de los trabajadores es preocupante, no solo las condiciones laborales y los salarios han decaído con la empresa, sino que en medio de la crisis pandémica, se han ejecutado despidos indirectos, situación que tiene al sindicato preocupado. Ante este problema se exige productividad, como si fuese algo fácil de conceder, como si esta dádiva solo dependiera de la buena voluntad de algún político. Esta petición tiene implícita una profunda subestimación de un concepto que algunos economistas llaman Función Empresarial, e ignora por completo los beneficios de una gerencia que funcione con base en la rentabilidad y no con base en intereses político-partidistas.

Señor sindicalista, no es casualidad que Sidor haya alcanzado máximos históricos en su producción cuando estuvo privatizada, ubicándose entre los tres mayores productores integrados de acero de América Latina y como el principal exportador de acero terminado de la región. La gerencia que otrora administraba el complejo trabajó en función de la rentabilidad, pues tenía que rendirle cuentas a un grupo de accionistas que invirtieron dinero en el proyecto; no hay nada malo en ello, de hecho, la búsqueda de ganancias permite replantear los procesos, las estrategias y la tecnología para seguir apostando por más, cosa que por supuesto beneficia a los trabajadores.

La diferencia entre una administración privada a una pública es que en esta última el dinero no tiene dolientes. La gerencia no responde a un comité de accionistas sino a un conjunto de políticos cuyo último propósito es tomar el poder para expoliar a su beneficio, en detrimento de todo un país. No se administra en función de una eficiencia económica, sino de acuerdo con los caprichos e intereses de un buró parasitario. Una administración que sirve a estos propósitos no se ve afectada por aumento de costos, por ausencia de inversiones y por la destrucción de capital.

Retomando las palabras de Cheo Feliciano, la salsa requiere de un conjunto de ingredientes, pero esto no es suficiente, hay que armonizarlos, ponerlos en funcionamiento y que cada uno de ellos — junto con los utensilios que se requieran — sirvan a su justo propósito en el momento y porción adecuados con la finalidad de obtener el mejor resultado posible. Este talento se denomina función empresarial. Cuando usted, señor sindicalista, demanda insumos y herramientas, está dando por sentado que con ello tendrá la productividad que exige. Nada más alejado de la realidad. Si no existe un plan, una buena gerencia, inversión en capital, cooperación, estrategia, y un largo etcétera, sencillamente esos insumos y herramientas — en caso de que se los den — terminarán igual de depreciados que el resto de la planta.

Por mucho que se exija, la productividad no es algo que un Estado pueda conceder, realmente un político no sabe nada de productividad, pues no es empresario, es político. Lo mejor que le puede ocurrir a Sidor es que vuelva a ser una empresa privada, pero no sé si el señor sindicalista esté preparado para esa conversación.

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