Se dice fácil que el PIB de Venezuela tuvo una contracción de 70% en los últimos 5 años. Sin embargo, esto significa un proceso doloroso de destrucción de valor, y lo es porque la creación de riqueza amerita visión, esfuerzo y dedicación; cuando se destruye valor, se echa por tierra todo lo que conlleva este proceso virtuoso, propagándose así la pobreza. La destrucción desafortunadamente es más simple y expedita, por esta razón es importante evitar a toda costa propuestas de política que amenacen la propiedad y la libertad de las personas, pues este siempre es el inicio de la debacle.

El sector cañicultor, como muchos otros, se ha visto fuertemente golpeado por la crisis. Este país ha sido completamente expoliado y hemos retrocedido muchos años en términos tecnológicos; hay una ausencia de inversiones, escasez de recursos, altos costos transaccionales derivados de un serio deterioro institucional, fallas severas en los servicios de agua y electricidad, escasez de gasolina, y además, tenemos un grave desorden monetario. En resumidas cuentas, hay una producción que en términos comparativos es ineficiente y costosa. Recientemente, la Federación de Cañicultores de Venezuela ha manifestado su preocupación ante el desplazamiento de su oferta por productos importados, por ser estos más asequibles para la población en términos de precio. Ante esta situación, exhortan al gobierno a establecer aranceles y controles sobre la importación de azúcar en beneficio de la producción local.

Estudiar la ciencia económica significa, entre otras cosas, vincular causas y efectos que a simple vista no son tan evidentes. De esta manera, se puede encontrar la génesis de un problema y darle la solución más conveniente, evitando así desaciertos que complican aún más la situación. Por lo general, se suele atacar la consecuencia en sí misma y no la causa del problema. Sucede así con los controles de precios, que de forma cínica implementan los gobiernos para paliar los efectos del descalabro fiscal y monetario que hay de fondo. De la misma manera pasa con este exhorto por parte de la Federación de Cañicultores; la implementación de aranceles es una política que ataca la consecuencia de un cúmulo de problemas que afectan la competitividad de la producción local. ¿Por qué es más conveniente importar azúcar que producirla en nuestro país?

Al ya comentado deterioro de nuestra competitividad, hay que añadir la incidencia del comportamiento del tipo de cambio durante los últimos 2 años. En agosto de 2018, se anunció una aberración que tuvo por nombre Plan de Recuperación Económica de Venezuela, donde se decidió elevar al tope el nivel de encaje legal, siendo este un instrumento del que disponen las autoridades monetarias para controlar la oferta de dinero. A mayor encaje, menor crédito. ¿Por qué se decide aplicar esta política? Un país con hiperinflación genera los incentivos suficientes para que los agentes de una economía deseen cambiar el crédito obtenido de la banca por moneda dura, ya sea para beneficiarse de los incrementos del tipo de cambio o para preservar el valor de su crédito. Sea cual sea el motivo, se sabía que el crédito bancario apalancaba parte importante de la demanda de dólares.

Desde la aplicación de esta política fuertemente recesiva, la oferta de crédito por parte de la banca comercial ha sido irrisoria, prácticamente inexistente. Se logró contener parcialmente el tipo de cambio, con evidentes rezagos si lo comparamos con el comportamiento de los precios de bienes y servicios. Esto explica — en parte — por qué hay que entregar más dólares por el mismo bien. El problema de fondo no ha sido eliminado, por esa razón hoy en día vemos una devaluación creciente del bolívar. No obstante, ese rezago abarató el dólar en términos relativos, lo que hace atractiva las importaciones de bienes desde países vecinos, que además carecen de los actuales problemas que enfrentan los productores locales.

Así las cosas, no es de extrañar que el azúcar importada sea más económica que la producida en nuestro país. Tener un dólar artificialmente más barato e importar el producto desde un país más eficiente, coloca en desventaja al sector cañicultor. De esta manera, queda claro que la solución de este problema no está en imponer aranceles o controles a la importación (de esto último lo que se podría generar es contrabando de azúcar). Si la Federación de Cañicultores de Venezuela desea reconsiderar su petición, sugeriría se concentren en exigir el cese de la expoliación, de la hiperinflación, de la intervención del sistema financiero, el mejoramiento de los servicios, el rescate de las instituciones, y un largo etcétera ampliamente conocido. Es contraproducente pedir protección a quienes han destruido abiertamente la economía del país de forma decidida y sistemática por 20 años consecutivos, y contando. 

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