Me contenta que el ajedrez esté un poco de moda gracias a la exitosa producción de Netflix «Gambito de Dama», que narra la historia de una niña huérfana con un talento maravilloso para este deporte, y aunque la finalidad de este artículo no sea dar una impresión de la serie (la cual me encantó), si vale la pena destacar que esta historia no se trata solo de talento sino de entrega, dedicación y disciplina; estamos ante un personaje que no se conforma con sus dotes naturales que la aventajan en esta actividad, sino que sabe o tiene conciencia del poder de la preparación para llegar al éxito.

El ajedrez es antiquísimo. Su origen se remonta al siglo III a.C. Su procedencia es un completo misterio aunque existen nociones de que es originario de la India; otras versiones sugieren que proviene de China. Con el paso de los años se extendió por medio de las conquistas persas hasta llegar a Europa y de ahí al resto del mundo. El ajedrez es un juego que consta de un tablero con 64 escaques (cuadrículas) y dos bandos con 16 piezas cada una, conformada por 8 peones, 2 torres, 2 alfiles, 2 caballos, una dama y un rey; la misión es dar jaque mate al rey opuesto y para ello debe dominarse el tablero mediante táctica y estrategia.

En el ajedrez se tiene una visión completa de los 64 escaques, esto quiere decir que el jugador sabe en tiempo real todo lo que está ocurriendo en el tablero, quizá no pueda predecir las intenciones de su oponente, pero conoce lo que acontece en tiempo real y tiene una contabilidad exacta de las piezas con las que cuenta él y su rival. En economía no ocurre así. En el mercado existen innumerables actores económicos, todos actuando y tomando decisiones a la vez; es humanamente imposible tener un registro de todo lo que ocurre, y con esto me refiero a las actuales preferencias de los consumidores, sus presupuestos disponibles y sus intenciones de compra, así como las decisiones de inversión y estrategias de marketing de los competidores. Es imposible tener una visión absoluta de todo lo que ocurre en el campo de juego económico. Lo más que se puede obtener es una aproximación y un conjunto de Hipótesis que den explicación de los hechos. La escuela neoclásica parte del supuesto de que existe algo llamado información completa y perfecta, es decir, que los actores económicos poseen toda la información necesaria para tomar decisiones y que esta información es homogénea en cada uno de ellos. Esto es un supuesto que se aleja de la realidad. Los actores económicos no cuentan con dotes de omnipresencia para tener registro de todo lo que ocurre en el mercado; por lo tanto, toman decisiones con la información disponible, la cual es bastante incompleta y esto aumenta el riesgo de tomar malas decisiones. Esta realidad económica puede ejemplificarse en el ajedrez suponiendo que mi adversario tiene piezas invisibles, él las mueve pero yo no tengo capacidad de ver dónde se encuentran. Este caso ejemplifica un escenario de información incompleta (hay piezas que no puedo ver) y asimétrica (mi adversario tiene información que yo no tengo). Esto ocurre a diario en el mercado, es una constante.

Otra particularidad interesante que vincula el ajedrez con la economía la trae a nosotros la misma protagonista de la serie mencionada, Beth Harmon, quien expresa (no hay spoiler) que en el ajedrez siente dominio absoluto del tablero y que solo ella es responsable de lo que ahí ocurre, es dueña de sus decisiones y tiene plena responsabilidad de estas. Es imposible culpar a otros por los errores cometidos durante una partida. Este detalle de Harmon es peculiar porque me recuerda el concepto de locus de control que se ha estudiado desde la psicología y que es tomado en cuenta en la economía, el cual se refiere al grado en que las personas sienten que tienen el control de lo que ocurre en sus vidas (tomado de www.psyciencia.com); se tiene un locus interno si consideramos que nuestro destino va en función de nuestras propias acciones y decisiones, y se tiene un locus externo cuando creemos que nuestro destino depende de fuerzas externas como Dios, la suerte o el Karma. En economía se parte del supuesto de que el individuo es racional, es capaz de tomar sus propias decisiones a partir de un conjunto de preferencias, dispone de libre albedrío, con lo cual toma libremente sus decisiones a partir de lo que considere es mejor para sí; no obstante, hay elementos que pueden influir en las decisiones de las personas y que pueden coadyuvar en la mejora o desmejora de la calidad de vida, como lo es el marco institucional de los países, la estabilidad política y el respeto por los derechos fundamentales (vida, libertad y propiedad). Hay variables que influyen en la economía que pueden afectar también la toma de decisiones y que no podemos controlar con absoluto dominio como lo son las externalidades (la Covid – 19 es un ejemplo vivo de externalidad). No por todo esto se deja de creer que el agente económico es completamente responsable de sus acciones, hay variables fuera de su control y una parte importante de la acción económica se destinará a minimizar sus efectos perjudiciales.

Por último, me gustaría destacar que cada jugador en ajedrez comienza la partida con la misma cantidad de material (las piezas enumeradas arriba), cuentan con los mismos recursos para cumplir con la finalidad del juego; sin embargo, al final hay un vencedor y un perdedor, la igualdad material no es garantía de que ambos jugadores lleguen al mismo resultado. Esta realidad ajedrecística nos sirve muchísimo para explicar algunas realidades económicas. Si bien es cierto de que se parte de la misma cantidad de piezas, cada jugador toma diferentes decisiones, tienen planes distintos, diferentes grados de preparación, de experiencia, de astucia y al final ambos jugadores ven el mismo tablero de forma diferente (a nivel subjetivo), somos en esencia muy distintos los unos a los otros y eso nos lleva usar los mismos recursos de diferente manera. En la economía se habla mucho de la igualdad material, pero esto no es garantía para obtener el mismo éxito económico o prosperidad financiera. Cada persona, con igualdad de recursos tomará decisiones diferentes, lo que llevará a algunos a invertir, otros a ahorrar y otros a gastar, y en cada decisión habrá infinitas posibilidades con infinitos resultados. Habrá personas más interesadas en satisfacer necesidades inmediatas y otras que piensen en plazos más prolongados. Unas personas más adversas al riesgo y otras que son amantes del emprendimiento. Si tuviésemos la posibilidad de darle a todo el mundo el mismo ingreso, con el paso del tiempo tendremos nuevamente una población rica y una población pobre. De nuevo, hay elementos que influyen en la generación de pobreza, véase aquellos países que han aplicado regímenes socialistas, por ejemplo. De ahí la importancia de las políticas económicas y de las decisiones políticas.

Un detalle adicional vinculado con lo anterior tiene que ver con el espíritu competitivo del ajedrez (como en todo deporte). En economía se tiene la impresión de que existe una especie de rivalidad entre los agentes económicos debido a que el mercado crea un ambiente competitivo, incluso algunos defensores del libre mercado interpretan esta competitividad como una especie de darwinismo económico, donde tiene éxito el mejor y fracasa el peor. Esta visión ignora el elemento más importante de la economía, que de hecho es el que le brinda al mercado una relación estable y armoniosa entre todos los que ahí se desenvuelven: la cooperación. El mercado, más que un sistema competitivo, es un sistema cooperativo, de división del trabajo, de cadenas globales de valor, que disminuyen costos, horas de trabajo, aumentan los ingresos reales y brindan mayor calidad de vida. La competencia existe, pero no por ello se cree que las relaciones económicas son un juego de suma cero. De la competencia se beneficia el consumidor, que obtiene un mejor producto a un menor costo, y el mismo competidor que va afinando su estrategia o incluso apunta a otros mercados donde puede tener mayores ventajas, lo que contribuiría a que el mercado tienda a ese equilibrio teórico. Estos elementos son importantes tenerlos en consideración. Si el mercado brindara un sistema excluyente o de suma cero, entonces no sería sostenible en el tiempo, incluso el intercambio en sí mismo sería un completo despropósito, o peor aún, una acción masoquista. ¡Nada más alejado de la realidad!

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