Ya hemos hablado sobre la inflación como el aumento sostenido de los precios y sobre porque el concepto es errado. Sin embargo, tenemos que el INPC (Índice Nacional de Precios al Consumidor), información financiera recogida por el Banco Central de Venezuela (BCV), que registra y calcula la variación de precios general y por rubros de los productos y servicios comercializados en Venezuela. Esta variación es la que suele denominarse inflación, pudiéndose medir en un periodo determinado y que toma como base referencial uno anterior.
Ocurre en la economía venezolana una incesante necesidad por conocer la tasa cambiaria del dólar. Siendo la inflación un problema recurrente en Venezuela, pasando incluso por un proceso de hiperinflación que guarda aún hondo efecto sobre la memoria de la sociedad, la situación demanda estar informado constantemente sobre el valor del dólar, debido a que se actualiza el precio en moneda nacional de los productos de acuerdo con la tasa, ya sea la tasa oficial del BCV en la actualidad o con anterioridad a tasas paralelas como veremos a continuación.
Esta iniciativa por parte de la sociedad –la dolarización– ha permitido el ahorro, la inversión, el crecimiento económico y un piso de prosperidad. Ahora sucede que, debido a que las personas tienen la alternativa de no utilizar bolívares y pasar a dólares, al ser la inflación más elevada de lo común, el rechazo al bolívar es mayor y por consiguiente la moneda se desprecia aún más rápido, semejándose a una avalancha en un ciclo sin fin.
Para corregir las dificultades de la inflación, el régimen se ha ocupado de buscar un enemigo externo a quien culpar, aseverando que son las casas de cambio en Cúcuta quienes interfieren en la soberanía nacional, incrementando de esta manera su referencia del tipo de cambio y, por lo tanto, siendo la causa de la inflación. Ya lo hemos dicho antes, el concepto de inflación, como el aumento sostenido de los precios, sugiere que la inflación se ve determinado cuando: (I) se pretende adelantar a un aumento de precios, (II) incrementar los beneficios económicos o (III) por la incapacidad de cubrir la demanda por parte de los oferentes.
Pero ¿La inflación ocurre cuando una entidad fija su valor a dedo? En tal caso, ¿Cómo resolvían los romanos para tener dicha entidad en los tiempos que Tito Flavio llevó el oro robado de Jerusalén a Roma?, ¿Cómo hacían los chinos con los ingresos provenientes de Europa, o cómo hicieron en España cuando llegaron a sus puertos el oro extraído de las minas venezolanas? En cualquier caso, si la lógica de la inflación consiste en que entidades pueden controlarla a dedo, y no se basa en una razón económica de oferta y demanda –natural en el libre mercado– ¿Por qué el Banco Central de Venezuela no decide disminuirlo, o mejor aún, generar deflación?
Parece ser que la solución ha sido gravar y restringir el comercio, forzándolo a no vender a la tasa de mercado; es decir, interviniendo en el proceso de intercambio voluntario de las partes involucradas. En el caso particular de la tasa cambiaría del dólar –y otras monedas– se obliga a utilizar como referencia la del BCV so pena de multa al que incumpla.
Un ejemplo de libre mercado nos lo da el precio de la moneda en que se realiza el intercambio –en general cualquier bien que sea intercambiable–. El vendedor conviene con el potencial comprador un precio. Esto es que, si el monto por lo que se paga es muy bajo, el vendedor vende a perdida, y si es muy alto, el cliente no compra. En cualquier caso, una parte puede no estar dispuesto a realizar el intercambio, pero al encontrar un punto equilibrio, ambos pueden valorar más aquello que reciben que aquello que dan. Sin embargo, la decisión tomada ha sido la de realizar arbitrariamente un control cambiario.
Cabe destacar la esencia del Estado en estas cuestiones. Alguien podría argumentar que la sociedad legitima (aprueba) regulaciones como la fijación de la tasa de cambio (hablo en cualquier país del mundo donde existe Estado), ya que es la voluntad del pueblo la que se ve reflejada ahí. Pero, si fuera la voluntad del pueblo, si fuera realmente voluntario y partiera de la sociedad la necesidad de un control cambiario y que, por lo tanto, la respetaran, ¿habría alguna razón para imponer multas y gravámenes, coaccionando a los voluntarios a su voluntad?
La fijación de la tasa es un hecho y no significa que sea una solución moral, adecuada, ni mucho menos acertada. Todo lo contrario; las intervenciones arbitrarias realizadas en la sociedad distorsionan la cooperación voluntaria entre sus miembros y dificultan, en este caso, con el control cambiario, el sistema de precios; es decir, la coordinación existente –y es evidente que existe– de millones de acciones con información limitada que corresponden al provecho del bienestar social en la realización conjunta o individual de pequeños y grandes proyectos que satisfacen de igual manera millones de necesidades.
Como es lógico, al régimen –a ningún régimen que exista– no le conviene un sistema influido por una moneda que no esté bajo su control (no es casualidad el IGTF), lo cual le resta capital político a la hora de intervenir en la sociedad. La competencia del bolívar con el dólar y el peso colombiano (utilizada en el occidente del país), o incluso otras monedas –como por ejemplo las criptomonedas–, representan para el régimen venezolano un desafío y amenaza para la toma de decisiones en el territorio nacional.
Por lo visto, en este juego de oferta y demanda, la moneda nacional tiene un competidor.