El profesor universitario y pensador español, Antonio Escohotado, guarda una propia y extraña paradoja, “Triunfar sin convencer”. Reflexionando al respecto, nace una pregunta que nunca estuvo a primera vista, ¿Por qué el capitalismo después de haber vencido enfermedades bíblicas, hambrunas, al clero religioso, al feudalismo, a monarquías y otros sistemas autoritarios no termina de convencer a todos en su totalidad? Veamos que ocurre.
La condición natural del hombre es la pobreza, es decir, tomando como periodo de estudio un escenario inicial desde el año 0 hasta el año 1810, la tasa de crecimiento del PIB per cápita era de 0,02%, el 95% de la población en el mundo vivía con un equivalente de menos de 1 dólar diario (población 1 MM de personas aproximadamente) y en este periodo el mundo creció a penas un 40%. Según cifras del Banco Mundial, desde 1810 hasta la actualidad, la pobreza ha disminuido en un 95%, solo un 5% de la población actual (7 MM de personas) viven con menos de 1 dólar diario. Entonces, lo que hay que explicar no es la pobreza, sino, la riqueza como fenómeno, y es que la pobreza es menor hoy más que nunca en la historia de la humanidad, gracias a la dotación de bienes de capital y factores productivos, gracias al sistema capitalista y al libre mercado. Pero, aun así, sigue viéndose como un sistema injusto, inmoral y perverso.
Si todo lo resumimos a dos hombres en igualdad de condiciones físicas, con el mismo trabajo, la misma renta y la misma posición socio económica, con la diferencia de que uno logra sustituir parte de su consumo presente para consumirlo en un futuro como bienes de capital generando riqueza, y el otro simplemente lo consume todo en bienes de consumo que satisface a momento presente pero que no genera riqueza. Es indiscutible que el resultado de las decisiones de estos dos sujetos bajo un entrono de libertad, pasa a evidenciar un ambiente de desigualdad. Pero ¿Por qué no percibimos estas conductas como decisiones unipersonales y naturales?, ¿Por qué la decisión de acumular capital es vista como un acto inmoral para muchos? tal vez el ejemplo de Robinson Crusoe pueda explicarlo mejor. Esto va mas allá, el sacrificio de trabajar horas extras, días libres, días feriados, incuso tener otro trabajo no es mal visto entorno al procedimiento para generar riqueza, lo que aquí se condena es el hecho, en si mismo de poseer la riqueza, donde el que acumuló capital no sería un futuro benefactor social, sino, un futuro explotador social. Estamos hablando entonces de dimensiones morales sobre la conducta humana que van mas allá de lo real, dimensiones que recrean a diario palabras como “injusto” y que dejan como resultado el frágil y vulnerable concepto de la coherencia.
Es evidente que el capitalismo siempre ha tenido mala prensa, que molesta a muchas personas sin importar el estatus de donde vengan estas criticas, sería normal y comprensible, que otro sistema pase a ser un sustituto ante un eventual fracaso del capitalismo, sin embargo, sondeando la historia y con unas cuantas dosis de reflexión, me he dado cuenta de que el ideal comunista está muy relacionado a las sociedades prosperas. Cuando las sociedades logran un nivel optimo de libertad y desarrollo, el comunismo vuelve a plantear sus pretensiones, y es que suena contraproducente porque uno piensa que estos ideales nacen del colapso del sistema capitalista pero el resultado es lo contrario. A primera reflexión parece difícil pensar que esto suceda, hasta que nos damos cuenta que la libertad importuna a ciertos actores que carecen de liderazgo privado y que, en función del fundamentalismo, se creen legitimados por ideas que son subyacentes de la selección adversa, con rasgos evangelistas peregrinando almas con oscuros mensajes bajo románticos discursos de lo ideal, dándole un margen de lo posible a la utopía, para a final del día, sacrificar algo tan valioso y preciado como la libertad, por algo tan perverso y maligno como la igualdad con el único objetivo de perpetuar su existencia elaborando un credo e implementar luego un sistema escolástico subordinando la razón a la fe y la filosofía como sierva de la teología.
Entonces, debatir sobre lo inicuo del capitalismo ¿podría ser una agobiante aberración genética? Si bien conocemos desde los intelectuales autores del materialismo dialéctico, hasta las almas inertes y maculas que suscriben su deseo de ser siervos al sistema, salta como evidencia rutinaria una expresión de sentimientos totalmente distintos a los sentimientos de las sociedades libres, donde el gen del resentimiento y la envidia se hacen moral, y donde el gen de la competitividad pierde relevancia ante un bárbaro arquitecto social, que en nombre de la justicia, y al igual que los siervos, comparten los mismos genes. Ante la falta de evidencia que acredite los argumentos de manera científica, remito esta idea hasta aquí.
El capitalismo seguirá siendo un sistema que despierta cierta antipatía, aun cuando este se erige sobre la movilidad social, la productividad y la generación de riqueza per cápita. La palabra “capital” del latín “capitis” que a su vez se deriva en “caput” que significa cabeza, se basa en la destrucción creativa a la que tanto se refería el economista austriaco, J. A. Schumpeter, y entendiéndose como el proceso productivo, en el cual, la innovación encuentra nuevos métodos para hacer lo antiguo mas eficiente, nuevas cosas que hacen más sencilla nuestras vidas que, gracias a esta maquina productiva, el capitalismo afecta principalmente a las personas pero que beneficia fundamentalmente a las masas y es que en definitiva el capitalismo es eso, un sistema de masas. Fuerzas impersonales impregnadas de incentivos dirigen los senderos luminosos de la prosperidad y el desarrollo económico, el mercado inherente al ser humano, es el instrumento capaz de crear todo para todos, en el cual, los descubrimientos pasan a ser algo común y cotidiano, y donde las cocheras pasan a ser depósitos nostálgicos llenas de aparatos obsoletos mientras que nuestras casas están llenas objetos útiles y de punta.
Este articulo lo escribo con información adquirida por la internet gracias a los paquetes de datos que a velocidades casi hiperlumínicas y que beneficia a masas, pude obtener en un ordenador que también beneficia a las masas sin la necesidad de recorrer las principales bibliotecas mundiales. Indiscutiblemente el mundo actual tiene poco que ver con el mundo moderno gracias a lo real. Me niego a pensar que cuando lo real falla, lo ideal busque ser un sustituto perfecto.
Economista, Román Sastre
@RomanSastre