El régimen chavista funciona como una máquina que impide vivir. Nos impide soñar, aspirar a mejores cosas, disfrutar y más. Pero hay otra máquina, que parece empeñada en impedirnos alcanzar la libertad.
Esta máquina es aquella que se llamó Coordinadora Democrática, que tiene cien rostros y que parece apoyar un cambio de régimen, pero que no sale de la colaboración y la genuflexión. En casi dos décadas, esta máquina no ha sabido enfrentarse a un régimen comunista y totalitario, al contrario, parece jugar de su lado, bloqueando toda opción posible para salir de esta crisis.
Muchos lo han notado. Con sus tibiezas y puntos medios, con sus vagas propuestas sin sentido lógico para el momento que vivimos, se han encargado de dilatar la permanencia de este régimen y, luego, ofrecen excusas como que «el tiempo de Dios es perfecto».
Otros siguen creyendo en las palabras que cuidadosamente escogen para jugar con el individuo y volverlo colectivo. Así funcionan. Muchos proponen un sistema parecido al actual y se refugian diciendo que el único problema es la persona que lo dirige, cuando ya se demostró que no es cierto.
Impiden, además, que se integren nuevas maneras de lucha contra el régimen. Se escudaban en la única salida electoral, sin tomar en cuenta el burdel que es el CNE actual, que las maquinas son vulnerables y que la Asamblea Nacional Constituyente es un feroz animal que no permitirá que su chavismo comunista se desarticule. Ahora pretenden sentarse a negociar con asesinos, sin importarles que se pervierta la ruta que se propuso antes.
Se llaman a sí mismos, la Oposición Democrática, y se perfilan como la única opción posible. Impiden que cualquier alternativa surja. Cuando esta posibilidad se asoma, simplemente echan mano de su cartera de simpatizantes que están prestos a defenderlos, con los sinsentidos más absurdos, las excusas más burdas y las promesas más ilusorias.
Luego de proponer la formación de un frente amplio, en el que supuestamente incluyen a la sociedad civil -pero tratan de impedir que un joven de la resistencia hable-, a los políticos -incluyendo criminales y represores chavistas-, pero dejando por fuera a la diáspora y a quienes, desde un principio han luchado incansablemente; se empeñan en metar una unidad que ha servido como chantaje siempre, y que solo ha sido utilizada para engañar a la gente.
Se empeñan, además, en ignorar a todo aquel que propone, y prefiere emplear sus hordas de simpatizantes para atacar a todo aquel que emite una crítica constructiva.
Mientras ambas máquinas trabajan a todo vapor para enceguecer a los ciudadanos, la situación del país empeora, y la gente clama por una salida. Pero eso no les importa, prefieren sumergirse en su juego, en el que ambas ganan y el país sucumbe; lo peor es que monopolizan la oposición y la sumergen en más desastre.
*Título derivado de La máquina de impedir (2011) Colette Capriles.