La economía informal hace referencia al conjunto de actividades económicas que se encuentran básicamente al margen de la ley, es decir, son actividades que están excluidas del alcance formal de la legislación, y por tal motivo, la ley en ellas ni se aplica ni se vela por su complimiento [Organización internacional del Trabajo (OIT)].
La economía informal se caracteriza en términos generales por actividades de pequeña escala, con poco o escaso capital, se conforma por trabajadores por cuenta propia que ofrecen sus servicios de forma directa o emplean a otras personas para que lo hagan (la cantidad de empleados suele ser muy poca). Es un sector amplio cuya conceptualización ha tenido que disgregarse para poder tener mayor rigor científico y mejor recolección de información estadística. Otras distinciones generales de relevancia acerca de la economía informal es que carece de protección social, de prestaciones de salud y de condición jurídica; se encuentran al margen de la recaudación de impuestos y obviamente de la legislación laboral.
¿Por qué hay informalidad? Una de las razones es el alto costo de la formalidad o de la legalidad. Esto quiere decir que el costo para cumplir con la ley es muy elevado: requisitos, trámites, impuestos excesivos, tiempo consumido en gestiones burocráticas, etc., los cuales dificultan la puesta en marcha de las actividades económicas. A mayor costo de la legalidad, más incentivo tienen los agentes de trasladarse a la informalidad, sobre todo porque en muchas ocasiones urge una fuente de ingresos, y la espera en este sentido es altamente costosa.
Otra de las razones viene por incentivos monetarios. Los individuos constantemente están haciendo una relación de costos y beneficios por cada acción que toman, esta relación no es exhaustiva, pero en la mayoría de los casos permite identificar márgenes de rentabilidad. Si el mercado laboral — específicamente del sector formal — ofrece bajas remuneraciones, y estas personas dentro de sus cálculos determinan que tendrán mejores ingresos trabajando por cuenta propia, entonces se trasladarán al sector informal.
La mayor o menor proporción de informalidad en una economía nos dice mucho sobre el mercado laboral, sobre el costo de la legalidad de un país y también nos habla de su capacidad productiva.
Por ejemplo, trabajar por cuenta propia significa contar con capital propio, esto explica el por qué la economía informal se distingue por no ser intensiva en capital, y esto se traduce en la mayoría de los casos en una baja productividad. El sector formal, en términos generales, es mucho más intensivo en capital, y por eso es mucho más productivo. Altos niveles de informalidad también manifiestan salarios poco atractivos en el sector formal, y eso se puede explicar por insuficiente demanda de empleo, es decir, no hay suficientes empresas haciendo vida económica y demandando trabajo local. Explicar esto último nos puede llevar a otras consideraciones como la presión tributaria, la calidad institucional, etc.
La informalidad también manifiesta qué tan costoso es cumplir con los requisitos que dicta la ley para poder hacer vida económica. Por ejemplo, sin intermediarios y sin pagarle extraoficialmente a ningún funcionario, constituir una pequeña empresa de responsabilidad limitada en Venezuela, con todos los requisitos en regla, puede llevar en promedio 230 días y 20 procedimientos administrativos [datos del Banco Mundial publicados en el informe Doing Business 2020].
Todo esto importa cuando hablamos de la actual crisis económica derivada por el Covid-19. De acuerdo con cifras publicadas por la OIT y la CEPAL, la tasa media de informalidad en América latina y el Caribe es de 52%. Esta situación explica el por qué instituciones como el Banco Mundial proyectan una caída en la región que supera considerablemente lo proyectado para otras regiones. En definitiva, las particularidades de nuestras economías nos hacen profundamente vulnerables a la actual crisis económica global.
Este 52% de informalidad para la región es reflejo de un cúmulo de problemas, ya descritos aquí, cuya solución es pertinente si se quiere superar la actual crisis. Hay que enfocar los esfuerzos por resolver los viejos y los nuevos problemas, pues de no ser así, cualquier solución no garantizará resultados perdurables en el tiempo. Las circunstancias demandan un tratamiento de carácter holístico que debe incluir aquellos problemas estructurales que han afectado desde hace tiempo las bases de nuestras economías. Por eso debe rechazarse la idea de regresar a la anterior normalidad, al contrario, debe apostarse por cambios más profundos, esta situación atípica y excepcional así lo exige.