Evidentemente, entre uno de los tantos factores económicos que desmejoran la calidad de vida del individuo e impacta de manera negativa en el bienestar de la sociedad, es la inflación el más recurrente. Su presencia permanente en las dificultades del poder adquisitivo de las personas, y al ser un problema tan sentido para estas, es lo que propiamente los educa y conduce consecuentemente a escapar de él ahorrando en formas distintas a la moneda.
Existe un debate referente al concepto de inflación, habiendo quienes toman una postura económica diferente o incluso mixta al respecto de dos conceptos de inflación contradictorios, pero que además puede responder a cómo las entidades económicas –observatorios, institutos, bancos centrales u otros– la miden, generando una discusión académica sobre qué es la inflación. Por lo pronto tenemos las siguientes posturas: la de quienes lo definen como el aumento sostenido de los precios, y, por otro lado, de quienes aseguran que es la perdida del poder adquisitivo del dinero. También se suele decir que la inflación es el aumento sostenido en el nivel general de los precios. Pero ¿Cuál concepto de inflación es el correcto?
La inflación como el aumento sostenido de los precios
Se sugiere que la inflación ocurre en situaciones inevitables, dónde los agentes económicos se ven forzados a elevar los precios. Tales situaciones son:
- Pretención de adelantarse al aumento de precios antes de que otros agentes económicos lo hagan en un futuro.
- Incrementar los beneficios económicos –utilidades o margen de ganancia– debido al incremento de costos y gastos.
- Incapacidad de cubrir la demanda por parte de los oferentes.
Todo lo anterior, según, lleva a un aumento general del nivel de precios de manera continuada, correspondiendo precisamente al concepto de la inflación como el aumento sostenido de los precios. Sin embargo, el hecho de que los agentes económicos prevean un aumento de los precios en el tiempo no implica que sea una situación causante de la inflación, así como tampoco logra explicar por qué realmente aumentan los precios.
En el segundo caso, el incremento de precios por razón de un corto margen de ganancia no corresponde con la naturaleza de los precios. El precio es determinado por las preferencias temporales del consumidor, por la indiferencia de pagar más o menos por el bien que se desea consumir, y no por la suma de los costos que la conforman. Los precios no suben porque los oferentes lo decidan a dedo, en tal caso se verían limitado por la indisposición de los demandantes a comprar; suben precisamente porque el precio es una medida de información del mercado.
Por último, tenemos la idea de que la incapacidad que tienen los oferentes de cubrir la demanda aumenta la inflación en tanto que aumentan los precios. Este punto es erróneo. Ciertamente, en situaciones de mayor demanda, los precios aumentan, llegando a un punto de equilibrio que determina el precio de mercado. Sin embargo, no estamos ante un caso de inflación. Nos encontramos ante un aumento de la apreciación de un bien; es decir, dicho bien ahora es más valorado y, por lo tanto, su precio es mayor, teniendo posiblemente un mayor margen de ganancia.
La inflación como la perdida adquisitiva
Primero, hay que entender que la inflación es un fenómeno monetario, por lo tanto, es inherente a la moneda. La inflación solo sucede en relación con la moneda y cómo se valora.
Segundo, la cuestión acá no es que el precio determine la inflación. La inflación no ocurre porque los precios aumentan, los precios aumentan porque la moneda es menos valuada o porque los bienes son más apreciados por los agentes económicos. De ahí que concluyamos que la inflación es la perdida adquisitiva de la moneda.
Se puede descartar el concepto de la inflación como el aumento sostenido de los precios. Si un bien —o una serie de bienes– tiende a ser cada vez más demandado en el mercado, elevando así su precio, ¿estamos en un caso de inflación o en una situación de mayor valoración de este por los consumidores? No podríamos decir que en una situación donde se valore más un mismo bien, guarde esta relación directa con la perdida adquisitiva de la moneda; sí probablemente con el número de monedas que tenga la persona en su bolsillo, ya que ahora tendría que desembolsar más para obtener el mismo producto o servicio, gastando mayor parte de sus ingresos, ahorrando menos o renunciando a un bien para consumir otro, reestructurando, por lo tanto, sus egresos.
Lo que sí podemos decir, es que la inflación, siendo la perdida adquisitiva del dinero, guarda estrecha relación con la moneda. Siendo el dinero un medio que facilita los intercambios en el mercado, podemos asumir que también es un bien valuado por los agentes económicos, ya que resulta útil. Incluso, y en este caso de manera macroeconómica, como ocurre con los medios de producción de un bien X y un bien Y, cuando alguno de los dos llega a ser más apreciado por el consumidor, los medios que lo producen y los medios que permiten el intercambio, también lo son, aumentando su valor de forma indirecta.
Aplicado al caso de la moneda, ocurre lo mismo. La moneda obtiene su valor a medida que este es útil e interviene en el intercambio. Tenemos el caso del dólar en la actualidad y el oro en el pasado. Para poder comerciar; importar y/o exportar, es preciso una moneda en común que lo facilite, aumentando o disminuyendo su poder adquisitivo en el proceso. Pero cuando deja de ser útil, cuando no es más preciado por los agentes económicos, es natural que estemos ante una situación de inflación, representado propiamente por la pérdida adquisitiva de la moneda.