La gran mayoría de los países alrededor del mundo se han sometido a un confinamiento que desencadena dilemas entre la salud y la economía. El distanciamiento ha sido el común denominador entre los distintos gobiernos para contener la propagación del covid-19, y si bien es cierto algunos sectores han podido adaptarse a las exigencias que demandan las circunstancias mediante herramientas tecnológicas, también es cierto que el resto de los sectores ha tenido considerables pérdidas, lo que ha desencadenado, entre otras cosas, una ola de desempleos masivos, una reducción en las inversiones y una caída en el PIB de toda la región.
La economía no puede ser concebida como un organismo autónomo. No podemos hacer análisis partiendo del supuesto de que la economía se comporta tal y como lo hace un individuo, y por eso no podemos conferirle cualidades propias de agentes individuales y aislados. Realmente la economía es un conjunto de economías, de diferentes escalas, todas superpuestas y en constante interacción. Imagine millones de subconjuntos todos relacionados entre sí, siendo el subconjunto más pequeño el individuo. De todo esto lo más importante a tener en consideración es que existe interconexión. Vivimos en un mundo globalizado, donde la división del trabajo ha alcanzado su máxima expresión y parece ir por más.
Se comenta todo esto porque, a pesar de que a un sector le puede ir bien en medio de la crisis generada por el Covid-19, al estar la economía interconectada sabemos que directa o indirectamente la reducción de la demanda ocasionada por la recesión afectará tarde o temprano a toda la economía, y es lo que justo pareciera estar comenzando a ocurrir en este momento [principios de junio de 2020].
Existe un principio económico antiquísimo, formulado por el economista J. B. Say y que dio nombre al epónimo Ley de Say. ¿Qué sustenta la demanda de las personas? Ante de ir a comprar al mercado, usted previamente tuvo que ofrecer algo y haber obtenido un ingreso que posibilita su demanda. Este detalle es importante porque recordemos que en economía la demanda se caracteriza por aquellas personas que tienen intenciones de obtener un bien y que además tienen cómo pagarlo [por ejemplo yo quisiera tener un yate, pero al no tener cómo pagar uno, eso me excluye de la demanda de yates]. Say establece un principio que parte del sentido común, y es que para demandar se necesita disponer de recursos, y esto requiere entonces haber ofrecido previamente algún bien o servicio en el mercado. Como nos encontramos en una economía que usa el dinero como medio de intercambio, se suele confundir a este con el verdadero disparador de la demanda, lo que genera políticas inflacionistas que parten del supuesto de que mientras más dinero más demanda, ocasionando un descalabro económico.
Dicho esto, conviene asociar la Ley de Say con lo que está ocurriendo actualmente en la economía global. El confinamiento ha generado lo que se conoce como un shock de oferta, y esto no necesita mayor explicación; existe una considerable reducción de la actividad económica producto del distanciamiento. El primer trimestre de este año ha reportado serias caídas en el producto. El PIB se estima que va a tener una disminución entre el 5% y el 6% para finales de 2020. El Banco Mundial estima una caída en el PIB de Latinoamérica en más de 7%. Y cuando hablamos de una caída en estas proporciones, significa que al haber menos producto habrá menos ingresos para los agentes económicos, y en consecuencia una menor demanda.
Este hecho, fundamentado en la Ley de Say, se manifiesta en los precios a través de la ley de oferta y demanda. Para el mes de mayo el índice de precios (IPC) de Paraguay tuvo una variación de -0.6%; el IPC de Bolivia varió en -0.02%; el IPC de Chile presentó variación en -0.1%; Ecuador tuvo una disminución en su IPC de -0.26%; Colombia vio reducido su IPC en -0.32%; Costa rica presento variación del IPC en -0.15%; Brasil tuvo reducción en -0.25% de su IPC y Honduras en -0.64%. Incluso en un país hiperinflacionario como Venezuela hubo una considerable desaceleración en la variación de precios durante el mes de mayo. La inflación reportada por Cedice fue de 7% y la reportada por la Asamblea Nacional fue de 15%. Ambas fuentes habían registrado inflación en abril que superaba el 80%.
Dadas estas cifras, es de suponer que ese shock de oferta está comenzando a tener repercusiones en la demanda, lo que desencadena una serie de problemas: las personas por ejemplo querrán disponer de sus fondos, lo que compromete la estabilidad del sistema financiero; la reconfiguración en la escala de valores y en los planes a futuro compromete la estabilidad de algunos sectores en el corto y mediano plazo; los sectores que habían reportado aumento de sus ventas verán una desaceleración de las mismas, pues como bien hemos mencionado, la economía es un conjunto de economías, y para que las personas puedan demandar, primero tienen que ofrecer.
Ignorar la Ley de Say puede conllevar la aplicación de políticas erradas en miras de una reactivación y esto por supuesto generaría consecuencias, pues todo en economía tiene consecuencias. El FMI ya ha manifestado que los gobiernos en todo el mundo han desembolsado más de 10 billones de dólares para responder al shock que genera la pandemia y enfatizó en que se necesitan recursos adicionales significativos. Inyección de dinero y una reducción artificial de la tasa de interés se está convirtiendo en el común denominador dentro del coctel de políticas que buscan estimular la economía, al parecer esto será insuficiente, y con todo el sentido del mundo.